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Durante décadas se ha mantenido la creencia de que aquellos individuos con un mayor coeficiente intelectual eran los más aptos para lograr un alto desempeño académico y un futuro éxito personal y profesional. Sin descartar la importancia de la parte del individuo más estrechamente relacionada con la inteligencia, está correlación entre intelectualidad y logros se ha visto alterada recientemente debido a numerosos estudios de investigadores y profesionales de la psicológica, los cuales introdujeron una nueva variable en la ecuación; la denominada inteligencia emocional.
Pero, ¿cómo pueden ser las emociones del ser humano un aspecto tan predominante en su evolución como las habilidades cognitivas? Tratemos de explicarlo.
Indice de contenidos
¿Qué es la inteligencia emocional?
El nacimiento del concepto de inteligencia emocional es relativamente cercano en el tiempo. Si bien, desde principios del siglo XX diferentes estudiosos del campo de la psicología han tratado de entender las relaciones interpersonales y los comportamientos del hombre en su plano social relacionándolos con el aspecto intelectual, no fue hasta finales de los 80 y mitad de los 90 cuando un estudiante llamado Wayne Payne, incluyó por primera vez el término «inteligencia emocional» en su tesis doctoral «Un estudio de las emociones: el desarrollo de la inteligencia emocional». Posteriormente el psicólogo y periodista norteamericano Daniel Goleman estableció definitivamente la definición de este concepto en su libro «Inteligencia emocional», el cual, desde entonces, ha sido objeto de numerosas interpretaciones y aplicaciones en distintos ámbitos de la sociedad.
Según Goleman, la inteligencia del “ser” va más allá de su plano cognitivo. Más allá de su memoria o capacidad para resolver problemas. La inteligencia también está en la capacidad de empatizar con los demás, de gestionar nuestras emociones, encontrar la motivación, calmar impulsos o no ceder ante las frustraciones.
La inteligencia emocional es, por tanto, una habilidad esencial en el éxito, tanto o más que las capacidades cognitivas. Una comunicación asertiva, saber manejar conflictos, percibir emociones ajenas, saber orientarnos hacía nuestras metas o entender nuestras sensaciones, juegan un papel clave en el éxito y la felicidad. Capacidades no contrapuestas a la inteligencia, y que como esta, pueden ser trabajadas de manera activa.
Desde hace unos años, la inteligencia emocional se ha convertido en uno de los términos psicológicos más estudiados y comentados. También, ha experimentado una gran aplicación en campos como la educación, modificando su idea tradicional de educación y enseñanza.
La inteligencia emocional dentro de las aulas
La irrupción de la inteligencia emocional cambió la manera de trabajar dentro del sistema educativo, el cual, estaba generalmente enfocado en la enseñanza de conocimientos cognitivos.
El descubrimiento de la educación emocional como factor determinante en el aprendizaje motivó su aplicación dentro del aula; especialmente, gracias a la prueba irrefutable de unos menores índices de abandono escolar, mejores rendimientos académicos y mejores comportamientos de conducta en clase, desde su introducción en la enseñanza.
Desarrollar un programa de inteligencia emocional en el aula conlleva, comprender las necesidades particulares de cada alumno por parte del docente, y trabajar en base a ellas. Para esto es importante su práctica desde edades tempranas, con la explicación y definición de las emociones más básicas por parte del docente. Enseñando a reconocerlas e interpretarlas en uno mismo y en el otro y a saber actuar en consecuencia, gestionando las expresiones emocionales, controlándolas o reprimiéndolas.
Los beneficios de la introducción del programa de inteligencia emocional son significativos; desde la adquisición de habilidades sociales que nos permitan cooperar, trabajar en equipo y en comunidades; la confianza y seguridad en nosotros mismos a la hora de tomar decisiones y gestionar emociones; o facilidades en la resolución de problemas y en la manera en que las superamos o afrontamos.
Cómo aplicar la inteligencia emocional en el aula
El profesional de la docencia jugará un papel elemental en la puesta en práctica de este programa, su misión será la de procurar un ambiente apropiado en los espacios docentes que favorezcan el entrenamiento de las emociones, estudiar y diagnosticar la presencia o ausencia de las mismas de manera colectiva o individual y actuar conforme a sus necesidades, plantear dinámicas de grupo para que el alumnado pueda expresarlas positivamente y en libertad, potenciando así su seguridad, autonomía y bienestar.
Para ello, existen numerosas técnicas o estrategias para aplicar dentro del aula; desde juegos colectivos, hasta el fomento de actividades creativas como la escritura de diarios personales en los que expresar sensaciones, pasando por la práctica de la escucha activa, lecturas comentadas, etc. donde primen valores como el respeto, la atención o ponerse en la piel del otro.
Trabajando el plano emocional dentro del sistema de educación durante la infancia y la adolescencia y, transversalmente con el resto de ámbitos de la vida del alumno, se logrará formar a personas mejor preparadas para su desarrollo y evolución profesional, social y personal, con menos problemas de conducta, más comprensivos, tolerantes y empáticos, menos violentos; Individuos con mayor capacidad de resistencia a la presión y una mejor habilidad a la hora de resolver conflictos. Una inteligencia emocional que unida a la cognitiva, serán sinónimos de felicidad y el éxito.