En el mundo de las oposiciones existe una especie de tentación permanente: buscar el truco definitivo. El método milagroso, la técnica nueva que alguien ha descubierto en Corea, la app que promete organizarte la vida, la agenda que supuestamente lo cambia todo, las tarjetas mágicas, los atajos. Esa sensación de que quizá hay algo que tú no sabes y que alguien, en algún sitio, está usando para avanzar más rápido.+
Pero la realidad suele ser mucho menos emocionante. Y, al mismo tiempo, mucho más eficaz. Lo que funciona de verdad, día tras día, año tras año, casi siempre es aburrido.
Indice de contenidos
Cosas que funcionan (aburridas o no) para tu oposición
Sí, aburrido.
Rutinario.
Sin brillo.
De esas cosas que da hasta un poco de pereza contarlas a los demás porque no parecen suficientes.
El secreto que todos conocemos pero casi nadie aplica
En el fondo, casi nadie necesita un curso para saber qué hacer en una oposición. Lo básico lo sabemos desde la adolescencia: estudiar todos los días, repasar con cabeza, dormir lo necesario, mantener el móvil lejos, comer medianamente bien, hacer algo de ejercicio, tener un plan y seguirlo aunque el día no acompañe.
El problema nunca ha sido el conocimiento. El problema es la ejecución.
Saberlo lo sabe cualquiera. Hacerlo lo hace poca gente y hacerlo de forma constante prácticamente nadie. Ahí es donde se separan los que avanzan de los que se quedan dando vueltas en círculo.
Hay algo incómodo en admitirlo: la mayor parte de las personas no fracasa por falta de información sino por falta de repetición.
El ejercicio como buen espejo
Pasa con el ejercicio. Cuando lo ves desde fuera parece incluso fácil. Pero cuando toca hacerlo de verdad, descubres que no hay épica en ponerse unas zapatillas a las 7 de la mañana o en hacer la misma tabla por enésima vez. A veces no apetece nada y es soporífero. Sin embargo, el cuerpo cambia, no por inspiración, sino por insistencia. Un día y luego otro, y luego otro.
Y aunque no lo parezca, el estudio funciona igual.
No es el día brillante de estudio de 8 horas el que te da la plaza, sino la repetición silenciosa de muchos días normales. Esos que no subirías a Instagram ni aunque te pagaran.
La comida también da una lección clara
Todo el mundo quiere tener más energía para estudiar, recuperarse mejor, rendir más.
Y al mismo tiempo, muchos siguen tirando de ultraprocesados, de cenas tardías o de atracones de azúcar que luego pasan factura.
Aquí también sabemos perfectamente qué funciona: comida real, horarios estables, menos picos y más regularidad. Pero, otra vez, lo fácil es buscar el truco nuevo antes que sostener lo básico.
La pregunta vuelve a ser la misma: ¿estás dispuesto a pagar el precio?
La pregunta que separa al opositor serio del que solo lo intenta
No es “quiero aprobar”.
Esa la responden todos en automático.
La verdadera pregunta es:
¿estoy dispuesto a pagar el precio que exige esto?
Porque todo lo que vale la pena cuesta.
Tiempo, concentración, sacrificio, incomodidad, renuncias, disciplina… Llámalo como quieras.
No se puede recoger sin sembrar. No se puede aprobar sin sostener. No se puede avanzar sin elegir.
Y aquí aparece otra verdad incómoda: lo que pagas hoy te lo devuelven mañana, pero siempre con retraso. Por eso es tan fácil abandonar a mitad. El cerebro busca lo inmediato; la oposición entrega sus recompensas al final.
El poder silencioso de las cosas aburridas
Las cosas simples, repetidas, sin glamour, son las que construyen las grandes victorias.
Los opositores que acaban aprobando no son héroes, ni superproductivos, ni gente con dones especiales. Suelen ser personas normales que un día decidieron hacer lo que tenían que hacer aunque fuese aburrido.
Hay algo casi poético en ello, aunque sea una poesía discreta:
un número enorme de días normales acaba formando un resultado extraordinario.
Y lo mejor es que esto no depende del talento sino del compromiso.
Y para terminar, conclusiones:
Haz las cosas aburridas que funcionan.
Hazlas incluso cuando te apetezca cero.
Hazlas aunque no parezcan suficientes.
Hazlas aunque sientas que no avanzas tan rápido como te gustaría.
Hazlas sin épica, sin teatralidad, sin esperar motivación diaria.
Porque en las oposiciones, como en la vida, los trucos brillan un momento pero la constancia gana siempre.
Y cuando empieces a recoger los frutos, te darás cuenta de que ese esfuerzo silencioso era exactamente lo que necesitabas.







